Por Jorge Figueroa, Director de Public Affairs y Sostenibilidad de Randstad Argentina

“Ser y Parecer”, la célebre máxima que nos dejó Divino Cayo Julio Cèsar, tiene un valor significativo a la luz de evaluar lo que está pasando hoy en el mundo de la sostenibilidad corporativa. 

Un mundo que está en un estadío que podemos definir como “de transición”, en el que los líderes corporativos están evolucionando, pasando de una posición inicial de “deber ser” a una de convicción y compromiso real con la agenda del desarrollo sostenible.

 En este contexto, la transparencia es un factor clave que está acelerando esa transición, en gran medida como producto de que las organizaciones dejaron de ser esa caja negra que les permitía pretender ser algo que no son.

 Las empresas son hoy cajas de cristal en las que todo está expuesto, en la que los públicos externos, ya sean consumidores, accionistas o socios de negocios, tienen la posibilidad de ver todo lo que sucede dentro, gracias a la velocidad de las comunicaciones y la amplificación de las redes sociales, que hacen de caja de resonancia de la verdadera cultura y valores de una organización.

 Y en el mundo de la caja de cristal donde operan las organizaciones hoy, el ser genuinos no acepta opciones y queda poco espacio para el doble discurso. Cualquier disonancia entre lo que comunicamos y los hechos, o buscar aparentar algo que no se comprueba en las prácticas de negocios, nos pone en evidencia impactando en la reputación y credibilidad de la compañía, tanto de cara a los clientes y públicos externos, como frente a los propios colaboradores y la cadena de valor.

 Muchas veces esas contradicciones de las organizaciones aparecen por buscar ser algo que no son, o porque tienen culturas organizacionales muy arraigadas que no permiten el cambio.

 Si partimos de la base de que las empresas perfectas no existen, y tampoco.las culturas perfectas, el camino pasa entonces por mostrarnos imperfectos, exhibiendo nuestros propios gaps de mejora, antes que generar una expectativa sobre algo que realmente no somos.

 Esta actitud de transparencia e integridad, es muy valorada por los públicos, genera un vínculo genuino con clientes, candidatos y trabajadores y permite sentar las bases para salir de la superficialidad y profundizar para construir y transmitir una imagen, basada en los valores y los puntos fuertes que tiene cada organización.

 Porque a fin de cuentas, si bien la gestión basada en criterios de sostenibilidad es aún un camino voluntario, la transparencia y la integridad son una exigencia de consumidores cada vez más informados y más atentos, que evalúan permanentemente ya no solo el ropaje de la  calidad de mi producto, sino la reputación y la coherencia entre la imagen que proyecto y mis prácticas corporativas.

 Esto pone de relieve tanto la relevancia que la transparencia tiene en un contexto de alta exposición, como la irremediable necesidad de profundizar el compromiso con la agenda del desarrollo sostenible, bajo la premisa de que gestionar con criterios de sostenibilidad es, ante todo, un buen negocio.

Columna de Opinión publicada en la Sección Dossier de la edición de Julio de 2019 de la Revista Mercado.

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