Cualquier hombre o mujer que tenga entre 40 y 60 años hoy diría que dormir una siesta en horario de trabajo es una muestra de vagancia. Muchos no podrían hacerlo aunque quisieran. Con costumbres muy arraigadas, los miembros de la generación Baby Boomer o X se formaron bajo la premisa de que en la oficina se trabaja, se cumplen las tareas y el descanso y la siesta son exclusivamente para el ámbito del hogar.

Sin embargo, hay una nueva tendencia en el mundo laboral: la de las siestas cortas o “power naps”, un fenómeno que crece de la mano de ambientes laborales que buscan ser más amigables con los trabajadores y de una corriente revisionista sobre el rol del sueño y la productividad.

Mientras que el discurso generalizado indica que es necesario dormir ocho horas diarias para recargar energías y descansar, las nuevas tendencias recuperaron a grandes mentes de la ciencia y el arte que tenían hábitos del sueño muy distintos. Leonardo Da Vinci dormía siestas de 30 minutos cada cuatro horas, eliminando el concepto de dormir por la noche y sólo una vez por día. Es curioso que este prolífico e incansable hombre del renacimiento haya reemplazado la noción “normal” de dormir, por una opción que la mayoría de las empresas consideraría contraria a la productividad.

Science of Us, sección dedicada al comportamiento humano de la Revista New York, declara en uno de sus videos animados que científicos alemanes observaron cómo los mejores violinistas de su país realizaban sus prácticas en sesiones de sesenta a noventa minutos, además de siestas de 20 a 30 minutos durante el mediodía. También observa que estudios de la Universidad de Michigan han descubierto que las personas que duermen siestas de una hora se esfuerzan más y se frustran menos ante problemas difíciles, que aquellos que evitan dormir siestas.

Hay empresas pioneras en el mundo de las siestas y los descansos productivos. En la productora del exitoso dibujante japonés Hayao Miyazaki, tanto los empleados como el propio Miyazaki hacen pausas para realizar ejercicios de calistenia y observar juntos cada atardecer. Google fue pionera en ofrecer ambientes relajados para tomar pequeñas siestas en las llamadas “energy pods”, unas sillas reclinables que cuentan tanto con un cerramiento para que la persona pueda dormirse plácidamente con una música relajante, como con una alarma que la despierta. Estas sillas son manufacturadas por MetroNaps, empresa que desde que comenzó a fabricarlas en 2003, ya tiene entre sus clientes a grandes compañías como Procter&Gamble, Cisco, Zappos y la propia Google. Uber también cuenta con habitaciones para dormir siestas, así como la histórica y tradicional firma de consultoría PwC.

La historia más aleccionadora en cuanto a siestas es, no obstante, la de Arianna Huffington. Su sitio de medios online, The Huffington Post, permite que sus empleados usen las dos habitaciones designadas para siestas regenerativas en sus oficinas de New York. El motivo lo explica la propia Arianna en su libro “Thrive: The Third Metric to Redefining Success and Creating a Life of Well- Being, Wisdom, and Wonder”. Allí, ella cuenta cómo un día, trabajando sin descanso, colapsó sobre su escritorio, rompiéndose un hueso del rostro contra su escritorio. Después de eso, la exitosa directora del periódico digital que lleva su nombre entendió que la salud de los colaboradores es el indicador de la salud de la empresa, y que no debía tomarse a la ligera.

A nivel local, ya se han subido a la tendencia de las siestas la filial local de Google y Arredo, entre otras organizaciones. La compañía argentina de confección y comercialización de ropa para la casa, que tiene casi 650 empleados, inauguró recientemente un siestario en sus oficinas administrativas y planea replicarlo en su centro de logística.

Las siestas ayudan recuperar la concentración y potenciar la productividad. La tendencia que propone fomentar su utilización en el ámbito laboral choca en muchos casos con una barrera cultural. Es de esperar que a medida que el tiempo pase se rompa el tabú y más y más organizaciones vean que los colaboradores son más productivos durmiendo pequeñas siestas energizantes, en lugar trabajando furiosamente hasta caer, como Arianna Huffington, desmayados sobre el escritorio.