La Universidad de Nueva York ofrece unos particulares programas, llamados BizCamps, a los que asisten jóvenes para formarse en el mundo del trabajo y el desarrollo de ideas de negocios. En uno de ellos se condujo una investigación. Al preguntarles a los asistentes si preferían trabajar para una empresa o tener su propio negocio, un rotundo 91% respondió que querían ser sus propios jefes en su propio emprendimiento. Al finalizar el programa, y luego de ver las dificultades y el riesgo que toman los emprendedores, el porcentaje de futuros emprendedores decreció sensiblemente.

Nuestra capacidad emprendedora ¿de qué depende? Muchos dirán que de la genética. El cerebro de los emprendedores, lo ha demostrado un experimento de la Universidad de Harvard, funciona distinto. Hace conexiones distintas al enfrentarse a problemas, ambigüedades y desafíos. Otros dirán que es la mística de la actitud. Si Google llamó “googliness” a esa cualidad intangible, inexpresable e indefinible, el emprendedor se definiría por el espíritu del “emprendedorismo” que implica ir hacia adelante, tener confianza en la intuición, tener visión de negocios. Otros quizás piensen que no depende más que de la suerte y una idea más o menos buena. ¿O acaso el emprendedorismo no está predeterminado por las experiencias y los conocimientos aprendidos?

Sea obtenido a través de la suerte, la experiencia o la genética, el emprendedor debe tener una cualidad intrínseca. Hay algo que debe tener, que lo define, que lo lleva a desarrollar sus proyectos. Es la voluntad. La fuerza de voluntad que lo lleva a asumir el riesgo sobre su espalda y a atravesar las dificultades para tener éxito en lo que emprende, o a levantarse y volver a empezar, si no lo tiene.

Ahora bien, el espíritu emprendedor siempre se ha asociado con los “independientes”, aquellos que hacen de una idea un emprendimiento y quizá, con el tiempo, una gran organización. Pero últimamente se ha ampliado el concepto para incluir también a quienes tienen esos rasgos característicos, pero eligen desarrollarse profesionalmente en el ámbito corporativo.

El mercado laboral valora cada vez los perfiles con estas cualidades, ya que un colaborador con espíritu emprendedor intenta superarse constantemente, no teme correr riesgos, y posee confianza en sí mismo y en sus capacidades. Estas condiciones son también las que definen a un líder, lo cual hacen que sean perfiles aún más atractivos para los reclutadores.

Tanto en un trabajador en relación de dependencia como en los independientes, lo que los hace atractivos  es ese espíritu que lo caracteriza. Ellos son capaces de resolver problemas de forma creativa, especialmente en contextos de incertidumbre, donde el liderazgo aflora y marca la diferencia.

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