Por Maximiliano Schellhas, director general de Staffing de Randstad Argentina

¿Por qué trabajamos? La discusión se ha popularizado por la llegada de los millenials y la generación Z al mercado de trabajo. Los gerentes de RR.HH y recruiters empezaron a notar que los candidatos explican que no quieren trabajar por necesidad, sino por deseo. Quieren proyectos con objetivos altruistas y buscan que sus ocho horas de trabajo no sean un mero intercambio material, sino una misión que ofrezca algo más.

Debemos empezar a escucharlos más atentamente. Ofrecer un trabajo con sentido depende de muchos y variados factores, y está al alcance de cualquier organización, con independencia de su tamaño o el sector al que pertenezca. Una empleada del sector tecnológico puede considerar que su trabajo es significativo porque se encuentra a la vanguardia tecnológica, creando el mundo del futuro. Una ingeniera especializada en represas puede pensar, con toda razón, que su trabajo ayuda a modificar la geografía y mejorar el desarrollo de poblaciones relegadas.

Pero, sobre todo, dar significado al trabajo de los colaboradores debería ser un imperativo de cualquier organización. Una empresa de alimentos puede apuntar a mejorar las costumbres alimenticias de la población, mientras que una empresa de energía puede buscar alternativas sustentables para limitar la polución. Incluso una start-up ofrece hoy en día la posibilidad de hacer un cambio significativo y revolucionario en la forma de vivir de las personas. Imaginemos un emprendimiento que se propone como objetivo facilitar la digitalización de trámites oficiales. Una empresa (recordemos que empresa también significa misión) con ese foco va más allá del mero objetivo económico al proponerse mejorar la experiencia diaria de los ciudadanos en su interacción con el Estado.

Muchos colaboradores huyen despavoridos cuando ven que su trabajo no es más que un engranaje en una maquinaria a la que no le ven sentido. Para evitarlo, las organizaciones tienen diversas herramientas. Una de ellas es alinearse con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), que sitúan, por primera vez, a las empresas como agentes clave que no

solamente generan riqueza, sino también desarrollo a nivel mundial. Se trata de una guía para que el sector privado genere impactos positivos que cambien la forma de hacer negocios y mejoren el bienestar de la sociedad, sobre la base del respeto a los derechos humanos, los estándares laborales, el medioambiente y la transparencia. 

Así, de la mano de los ODS, si una empresa comienza a trabajar con políticas de equidad de género y con planes de consumo responsable, por citar apenas un par de ejemplos, estará más cerca de ofrecer a sus colaboradores una propuesta de valor más alineada con la necesidad de un trabajo con propósito. 

Es por eso que en las entrevistas de trabajo los candidatos se interesan y preguntan por las iniciativas de voluntariado y las acciones de sostenibilidad corporativa con inserción en la comunidad de su futuro empleador.

Por supuesto, los mayores podemos considerar que en nuestra época no se hablaba tanto de "por qué trabajar" sino más bien de que "hay que trabajar". Pero vale la pena aprovechar para preguntarnos nosotros mismos cuál es el propósito para el cual trabajamos. Puede ser que lo hagamos por la gloria y el éxito, para ayudar a los demás, para crear objetos hermosos o

extremadamente útiles, o incluso para aportar nuestro granito de arena al desarrollo de la



civilización. Entender el porqué de lo que hacemos nos permite unir el trabajo con la pasión. Y el mundo necesita personas apasionadas por el trabajo que realizan.

Columna de Opinión publicada en la Sección Empleos del Suplemento de Economía y Negocios del Diario La Nación del Domingo 20 de enero de 2019.