Por Andrea Ávila, CEO de Randstad para Argentina y Uruguay

En general cuando pienso en la problemática de género y empleo, tengo visiones contrapuestas y claroscuros sobre tema. Conviven en mí una visión optimista del presente, de los grandes avances alcanzados, de lo que está por venir y del futuro que estamos construyendo. Pero también tengo cierto escepticismo y dudas a partir de la toma de conciencia de las viejas deudas en materia de género que están aún muy lejos de saldarse.

Es que la mayoría de los indicadores de brecha salarial, inequidad y barreras de acceso nos dicen que no estamos haciendo el esfuerzo suficiente.

Por otro lado, vemos que el mundo del trabajo está hoy en medio de una revolución. En parte por el avance de la tecnología y la digitalización, pero mucho más por el cruce entre tecnología y cambios sociales, el verdadero combustible de los nuevos paradigmas que están desafiando todo el andamiaje y estructuras del mundo del trabajo tal como lo conocemos.

Este escenario de cambios profundos y continuos, de horizonte aún incierto, es también un momento “bisagra” en lo que refiere a género y trabajo.

Por un lado, este escenario a futuro implica una tremenda amenaza para las mujeres. Por muchas y variadas razones. Del mismo modo que los viejos problemas aún sin resolver del mundo del trabajo, como la informalidad, el desempleo y las brechas a acceso al empleo decente afectan en mayor medida a las mujeres que a los hombres, es de esperar que se repita la fórmula con las nuevas problemáticas que el futuro del trabajo trae consigo.

Son las mujeres las mayores víctimas del flagelo de la explotación laboral que subsiste en muchos países, y también son las mujeres las que hoy se emplean mayoritariamente en sectores, industrias y posiciones en las que la amenaza de reemplazo por robots e inteligencia artificial es mayor.

Del mismo modo, la baja representación de las mujeres en profesiones STEM, como se conoce a las formación vinculada a las Ciencias, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas, les impide contar con este “escudo de protección” ante el avance robot, habida cuenta que es en estas disciplinas donde podríamos decir que dentro de la incertidumbre sobre el futuro, hay cierto resguardo de seguridad en términos de empleabilidad a futuro.

Y como broche de oro, no hay que perder de vista que en este escenario de “barajar y dar de nuevo” que significa la construcción de nuevos paradigmas para dar forma al nuevo mundo del trabajo, serán los líderes, dirigentes corporativos, políticos, sindicales y de la sociedad civil, quienes tendrán la responsabilidad de construir las “nuevas reglas” para abrazar el futuro del trabajo. Y este es claramente otro espacio, el de las posiciones de decisión, en el que las mujeres tenemos una representación muy minoritaria.

Ahora bien. Como optimista que soy, me gusta ver siempre el lado positivo de todo. Y aquí es donde veo que se expresa el otro componente de esta dualidad del escenario de coyuntura. Esta especie de bing bang, este nuevo génesis que va a dar forma al futuro del mundo del trabajo es “la” oportunidad para un cambio disruptivo que pueda darnos, como sociedad, un salto cuántico para lograr esa tan demorada equidad de género en el ámbito laboral.

Tenemos que aprovechar este particular momento en el que el debate social sobre la equidad de género está más a flor de piel que nunca. Yo no soy muy amiga de los cupos y las regulaciones que imponen estándares, pero está claro que el proceso tal cuál se viene dando, es demasiado lento, y hay que hacer algo diferente si queremos lograr resultados diferentes.

Tenemos que aprovechar este clamor popular, esa “demanda social”, ese debate que se hace oir con fuerza en diversos ámbitos y en todo el mundo sobre la necesidad de un cambio cultural, para que sea el catalizador que nos lleve a la acción. Para dar ese salto cuántico que nos permita construir una sociedad igualitaria para hombres y mujeres.

Si no logramos canalizar esta energía en acción concreta, estaremos perdiendo una oportunidad única y al ritmo actual de cambio, deberemos, como dice el último Global Gender Gap Report del World Economic Forum, esperar 202 años más para cerrar la brecha económica entre hombres y mujeres.

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