La generación “Y” es probablemente una de las más estudiadas en la historia de la humanidad. Más allá del sinnúmero de prejuicios que se construyeron a partir de sus  particularidades  e inquietudes, en especial en relación al trabajo, lo cierto es que su ingreso al mundo laboral impulsó cambios de magnitud en las estructuras corporativas tradicionales.



Por tratarse de una generación con ideas, creencias y valores muy diferentes a los de sus colegas mayores sobre cuestiones tan trascendentes como el rol del trabajo en sus vidas o los vínculos y las relaciones en la oficina, las organizaciones han  debido  adaptarse para recibirlos. Tal es así que los millennials han obligado a las compañías a repensar sus procesos,  sus prácticas y sus estilos de gestión para poder atraerlos y  retenerlos. Pero, ¿qué sucede cuando los millennials avanzan y ocupan puestos de mayor responsabilidad  y con gente mayor a su cargo? El choque generacional toma un nuevo  cariz, debido a que el rol jerárquico implica que, en tanto nuevos jefes, son ellos, los jóvenes Y, quienes deben preocuparse por entender a los trabajadores X y baby boomers para poder liderarlos.



Lo inédito de esta situación es que, a la inversa de lo que viene sucediendo, son las  nuevas generaciones las que deben preocuparse por entender a las mayores, y si bien se trata de un fenómeno reciente, sobre el que aún no hay conclusiones determinantes, es de esperar que esta situación ayude a conciliar las diferentes visiones y bajar el nivel de conflicto intergeneracional en las organizaciones.



En este nuevo contexto, en el que los millennials asumen posiciones de conducción y se  encuentran ante la necesidad de liderar a los mayores a su cargo, se presentan  situaciones sobre las que hay que prestar atención y tomar nota para evitar conflictos:

Comunicación: una de las grandes diferencias generacionales. Los Y, los baby boomers y los X transmiten y reciben ideas, conceptos y órdenes de manera distinta. La clave es ponerse en lugar del otro y asegurar que la comunicación fluya con independencia de las diferencias de estilos y canales utilizados. Los jóvenes Y tendrán que aprender que como en todo proceso de comunicación, lo importante no es lo que el emisor dice, sino lo que el receptor interpreta. Por otra parte, es importante no perder de vista que los Y a menudo buscan comprender y explicar todos los detalles de un proyecto, conocer sus mecanismos, mientras que los X y los baby boomers están más acostumbrados a recibir directivas generales y a llevar a cabo su tarea.



Retroalimentación: la cuestión del feedback tiene dos caras. La primera puede causar  conflicto en la medida en que los trabajadores con más experiencia han estado acostumbrados  a trabajar a su manera, sin depender demasiado del feedback, mientras  que los millennials prefieren la retroalimentación constante. La otra cara de esta situación sólo puede tener efectos positivos, ya que siendo los Y abiertos a la hora de recibir consejos y devoluciones, el feedback desde abajo hacia arriba les proporcionará  a los jóvenes una visión más amplia y diversa y les permitirá hacer realidad la comunicación interna ascendente.



Nuevas modalidades de trabajo: los beneficios no siempre se ven como tales. No hay que olvidarlo, son generaciones muy distintas entre sí. Por falta de costumbre, quizás  habituados a tratar con sus congéneres, o por simple inercia, los Y tenderán a tratar a los mayores como si fueran parte de su generación. Deberán encontrar el equilibrio y quizás deban realizar algunos cambios en lo que respecta a reuniones, formalidad y trato para vincularse mejor con los mayores. En la misma línea, aun cuando podría prejuzgarse que una salida temprana a un happy-hour para fortalecer lazos de compañerismo,  un esquema de horarios flexible o trabajar un viernes desde casa son beneficios sin contraindicaciones, la realidad es que X y baby boomers podrían no verlo de ese modo o simplemente no saber cómo disfrutarlos.



Una buena convivencia intergeneracional puede traer grandes beneficios a la  organización  al capitalizar la diversidad de experiencias, visiones y motivaciones de  jóvenes y maduros. Pero para que suceda es necesario trabajar bajo la premisa de que esta vez son también los noveles managers quienes deben preocuparse por entender a sus colegas mayores.

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