En 2013, la Universidad de Oxford publicó un estudio titulado “El futuro del trabajo”. Allí brindaba una interesante y exhaustiva investigación sobre lo que le esperaba al mundo laboral con el advenimiento de nuevas tecnologías y robots cada vez más humanos. Como corolario del estudio, sus autores, Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, presentaban una lista de setecientos dos trabajos y las probabilidades de cada uno de ser reemplazados por computadoras. Definitivamente salvados, al tope de la lista de los menos amenazados se ubicaron los terapeutas recreativos, mientras que en el otro extremo los telemarketers rankearon en el primer lugar de los posibles reemplazos de los humanos con el avance de la tecnología.

Parece que el día en que esa tarea deje de ser realizada por personas está cerca. Y ese final tiene nombre de mujer. El software de inteligencia artificial (IA) creado por la empresa de tecnología IPSoft se llama Amelia y la presentan como “tu primer empleado digital”. Entiende y habla 30 idiomas, puede aprender contenido a partir de manuales e información en Internet en pocos minutos y hasta tiene un rostro: se nos presenta como una mujer de ojos azules y pelo rubio.

La intención de IPSoft al desarrollar este software era la de tener una agente virtual con capacidades cognitivas humanas, capaz de entender qué siente y piensa la gente cuando interactúa con ella para obtener un servicio. Amelia aprende mientras trabaja, puede ser empleada desde la nube y entiende correctamente nueve de cada diez preguntas que se le hacen. Es eficiente y rápida, trabaja las 24 horas del día, no se toma vacaciones y no necesita entrenamiento. El sueño de cualquier empresa para su área de atención al cliente.

Amelia no está sola. Comenzando con la expansión de la plataforma Watson de IBM, 2015 fue un año bisagra para la inteligencia artificial y su masificación. Múltiples factores impulsaron este desarrollo. En primer lugar, la infraestructura de cloud computing permite, a costos razonables, una plataforma capaz de procesar información compleja de múltiples fuentes y orígenes. En segundo lugar, una gran cantidad de herramientas de investigación a un precio muy accesible, hacen que las llamadas neural networks se puedan desarrollar en laboratorios de IA en empresas como Google, Facebook o Microsoft.

Los resultados están a la vista. Facebook ha creado un software que describe imágenes, destinado a que las personas no videntes puedan experimentar la red social. El Watson de IBM, sin ir más lejos, logró derrotar a humanos en el juego de preguntas y respuestas “Jeopardy”. Por su parte, la empresa de juguetes inteligentes Elemental Path, ha creado Cognitoys Dino, un dinosaurio que, conectado a Internet, puede conversar con los niños de forma dinámica. ¿Cuánto cuesta en Amazon? La muy accesible suma de 119,96 dólares.

Observando a Amelia, a Watson y a los Cognitoys Dinos, parece ser que a la inteligencia artificial no le queda otro camino que un avance veloz. Y si Amelia nos recuerda a la Samantha de la película Her, los Cognitoys Dinos nos recuerdan inevitablemente a otro film: Small soldiers. Allí, una empresa de juguetes se fusiona con una compañía de armamento militar. De esa unión surge un nuevo modelo de soldado de juguete, que porta nada más y nada menos que un chip de inteligencia artificial utilizado para misiles de guerra.

El abaratamiento de los costos en inteligencia artificial parece ser la razón definitiva para el avance imparable de estas plataformas. Y si bien los sentimientos de pesimismo pueden inundarnos al pensar que Amelia tiene el potencial de dejar sin trabajo a 250 millones de personas, muchos apuntan a concebir la llegada de la IA como una oportunidad y no como una amenaza.

¿Podemos imaginar un mundo en el cual los humanos se liberan de las tareas mecánicas y aburridas, para dedicarse a tareas más placenteras y creativas? Lo que diferencia a los humanos y las computadoras es la capacidad de sentir, de hablar y pensar creativamente. Mientras la inteligencia artificial no acceda a las pasiones humanas, hay esperanza y un buen porvenir para la especie. Quizá en un mundo en el que el trabajo, tal como lo conocemos hoy, incluso como medio de subsistencia, se reconvierta en otra cosa que no podemos imaginar aún.